Pueblito de mis cuitas

Por Oscar H. Aranzazu Rendón
Era un pueblo apacible, de puertas abiertas y parrandas caseras. El encuentro obligado era “la calle del yoyo”, La Real; después del segundo saludo la misma noche, solo bastaba levantar las cejas. Nunca faltaba con que tomar tinto en “La Fuente”. El comercio era menos complicado y aún no éramos presas del consumismo de marcas. No sentíamos “oso” de comer empanadas en “el muelazo” o arepa e huevo donde el “negrito” y la tienda de ropa mas exclusiva, era el almacén de la Cooperativa de Caficultores.
Para cortejar a una niña de mi pueblo, pasábamos con los amigos varias veces por frente a su casa, cuando los nervios se templaban, osábamos parar y conversar un poco y a los amigos un…. ahora nos vemos o ya los alcanzo. Los sitios para escuchar la buena música eran “el Salón Social” o “La Cascada” y si la cosa caminaba, “Los Barriles” era el sitio ideal para el acercamiento.
A la hora de rumbear, no había problema. Las fiestas eran en las casas y para entrar solo se necesitaba llevar el “guaro”. No había reggaetón ni rap. Puro chucu chucu de los Ocho de Colombia o los Graduados. No había mayores aprehensiones para salir tarde de la fiesta. No se escuchaba sobre bandas, desmovilizados o sin desmovilizarse, rastrojos o machos. No había delincuencia organizada, solo “marihuaneros” inofensivos y soñadores, los mismos del parche a “Aguaclara”. La Industria de Licores del Valle ya tenía a Sevilla como consentida por las ventas millonarias; pero todo era zanahorio, al licor no se le mezclaban “pepas” ni perico, ni mucho menos se veían las “pate cabras” en los bolsillos de los adolescentes.
Al “Volga”, era el paseo obligado. Allí íbamos todos, allá encontrábamos hasta los “manes picados” del pueblo. No había escalafón, todo era sencillo, cualquier cosa era motivo de celebración. No se habían tejido barreras entre los jóvenes. Todos éramos simplemente sevillanos en una época en la que la muerte aun era noticia. La Semana Santa era un todavía el gran evento esperado del año, para ver pasar una y otra vez a la bastonera de la María Inmaculada o el despilfarro de atavíos de “Camilito Escobar” y su corte.
Y qué decir de las navidades; la natilla, los buñuelos y el dulce de papaya lo cocinaban las matronas de la cuadra. La estrenada de pinta de los niños en el Parque Uribe el veinticinco de diciembre y las verbenas populares que se hacían en las calles de los barrios., el vecino con finca, traía los plátanos para la fritanga del marrano y la pólvora no faltaba. Ahhhh……. Aquellos diciembres que no volverán.
En el deporte florecíamos. Tuvimos el mejor equipo de voleibol del departamento, ganábamos disciplinas en los departamentales; el boxeo, las pesas, el fútbol y el baloncesto que aprendimos en la cancha de la “John Kennedy”, eran importantes en el concierto departamental. O…. quien no recuerda esos encuentros deportivos contra Caicedonia?. Lo mejor era que terminaba con trifulca, por odios ancestrales de causa desconocida.
En el tema educativo, ocupábamos importantes lugares por excelencia académica, no había barreras sociales inventadas para aparentar posición social o solvencia económica inexistente, como los colegios privados “de garaje”, ni el valor humano se medía en la ropa o la marca del carro. Sevilla tenía activos libre pensadores, el pueblo tenía la capacidad de disentir y expresarse. Era una época de líderes capaces de realizar movilizaciones populares y derrocar alcaldes y rectores del colegio. Existían los Consejos Estudiantiles, que fueron la cantera y el escenario para el descubrimiento de importantes oradores y activistas cívicos.
Las manifestaciones culturales llegaron a ser casi a nivel de competencia. El teatro tuvo su mejor época; grupos como “La Cueva”, “El Telón”, con inquietos impulsores como “el mono Gil” o Eduardo Trujillo. La música tradicional de cuerda, tenía cabida en toda velada y otros aires musicales empezaron a sentirse. Varios fueron los grupos de música andina y todos aprendimos la canción “ojos azules”. En las fiestas aniversarias, se dedicaba una semana a actividades culturales, al igual que lo hacía el Colegio Santander, en donde pudimos ver a “Esquina Latina”, “TPB”, “La Candelaria” el “TEC” y muchos más.
De Sevilla, salieron varios personajes que a la postre se destacaron en actividades industriales, culturales o políticas. Aquí se formaron y no es que tengan una cuenta de cobro por pagar en Sevilla; pero algunos de ellos han perdido su memoria histórica y prefieren irse por “la alambrada” y hacerle el quite a sus recuerdos.
Pero bueno… nos queda gente buena en su mayoría, aunque en ocasiones los de afuera que han llegado, nos hagan sentir parias en nuestra propia tierra. Si, de ellos hablo, de aquellos que acabaron con los paseos al Volga y que ahora son los dueños de la tierra y de muchos sevillanos. Como dice la canción… por estas calles la compasión ya no aparece. El cambio en las actividades económicas y ante todo en las prioridades que nosotros mismos nos hemos impuesto, nos ha conducido a desconocer un pasado, que aunque austero, era romántico y feliz.
Siquiera se murieron los abuelos……