Por: Oscar H. Aranzazu Rendón.
Para aquellos románticos que vuelven a Sevilla con una filmadora asida a su cuello cual turista en La Florida, es bueno encontrar que Sevilla sigue siendo ese “pueblito“ folclórico y pintoresco en donde nada cambia. Pero para efectos de la trascendencia, el progreso y la competitividad que tan bueno puede ser?.
Aquí el ordenamiento es irrisorio, cualquiera demuele una construcción antigua sin que nadie le hable de conservación del patrimonio arquitectónico. Aquí prima el interés de quien requiere establecer su negocio o salir del anonimato social y apuntarle un poco a la ostentación para estar a tono. Y es que el desorden es tal, que ahora en cualquier vivienda se abre un local por la ventana o el garaje para venderle algo al de enseguida. No importa la ubicación, Sevilla no está sectorizada. En la misma calle podemos encontrar un taller de mecánica, dos bares, una venta de chance y demás negocios mezclados con las viviendas de residencia. No existe la uniformidad, si un neo rico de los que abundan quiere construir su alegórico palacete, o si una secta religiosa decide instalarse con cánticos y aplausos en cualquier sector; es fácil, nadie los detendrá, aquí todo se puede.
Es así la informalidad, que cualquiera puede instalar un potente equipo de sonido a un vehículo y anunciar lo que quiera o simplemente estacionar bocinas en un vecindario y ofrecer la “promoción del día.” Y eso que hace poco hubo reunión compromisoria por bajar los niveles de ruido en Sevilla.
Invito a los lectores a estacionarse por quince minutos en la esquina del “Viejo Volga”. Tres bares compiten en ruido como en cualquier calle de un polvoriento pueblecito costeño en carnavales. Darío Gómez en “Girasoles” enfrentado a los “Tigres del Norte” del “Triunfo” y en la esquina, Pineda ofreciendo una atractiva promoción desde la casa de empeño con un micrófono inalámbrico. Luego pasa el tigre con sus anuncios clasificados y de pronto la “uva barata” llévela a mil la libra. Intenten escuchar suave música en una de estas casas o leer un libro apaciblemente….
Antes, la zona de tolerancia se circunscribía a un sector de la ciudad y hasta en control policíaco se facilitaba, ahora aflora toda suerte de pequeños establecimientos y a Sevilla no le quedan mas sectores exclusivamente residenciales. Solo se salvan dos o tres pequeños condominios de puerta cerrada.
Todo es así, el ordenamiento territorial y el uso del suelo, aparecen reglamentados pero como todo, nadie sabe sobre esa sectorización y cualquiera extiende potreros hasta la cima del mejor monte de la finca. Es hora de ponernos serios, organicemos la ciudad y proyectémosla hacia el futuro. La parroquialidad que hace tan acogedora a Sevilla, es también un lastre que nos ancla en el pasado porque nos ha vuelto seres resignados al desorden y apáticos a la normatividad porque el crecimiento de Sevilla es hacia cualquier lado y con cualquier diseño.
En una ciudad con ordenamiento, el tipo de uso del suelo y la discriminación de las actividades comerciales, industriales, institucionales, académicas, residenciales y demás, le dan un valor agregado a los predios y los inversionistas llegan al sector de acuerdo a sus necesidades.
No pretendo que desconozcamos nuestras raíces, ni se trata de vergüenzas de pueblerino. El asunto es que Sevilla merece crecer en forma ordenada. Legislar sobre áreas de expansión y no esperar a que los particulares extiendan la ciudad como una colcha de retazos que nunca se supo por donde la empezaron. La organización contribuye también a mejorar la calidad de vida y elevar el nivel de expectativas de nuestros jóvenes parroquianos.
Propender por una ciudad más moderna y menos anquilosada en la época de la colonización antioqueña no es malo. Desde aquí, un fraternal llamado a mis amigos que manejan el ordenamiento y la planeación, porque al paso que vamos, volveremos a las recuas de mulas y las fiestas del “amarre”.
Quisiera sabe por ejemplo, cuantos sevillanos conocen en detalle, donde termina lo urbano y empieza lo rural en nuestro municipio?... en fin!.
Sueño con una Sevilla con tecnología, donde la modernidad se conjugue con el arte y la cultura, en la cual el deporte tenga justas importantes y donde la academia sea protagonista y artífice del progreso.