Jeison madruga desde las cuatro, toma su
oxidado machete y sale a conseguir un poco de leña. Sin tiempo de tomar
aguapanela o sin aguapanela pa´ tomar, se dirige presto empujando la carreta
hasta su lugar de trabajo….. donde? Cada día es diferente, dependiendo de la
ruta del vehículo recolector de la basura. En su casa, lo esperan una mujer y
cuatro niños con los brazos abiertos no solo por el amor, sino por la ansiedad
de lo que trae consigo. La mujer, es su abandonada y maltratada madre y los
niños son sus hermanos. Jeison solo tiene doce años, aunque su enjuto
cuerpecito lo hace parecer de ocho.
Antes de las siete de la mañana, ya ha
realizado un recorrido largo y cuenta con algunos cartones en su carreta. De
una casa cualquiera, sale Andrés Felipe. A El lo despertó su madre a las seis,
tomo una caliente ducha y un vaso con jugo de naranja. El desayuno, huevos,
tostada, mantequilla y chocolate. En su bolsa un “refuerzo” de cereales para la
media mañana. Andrés Felipe, con su cabello engominado, su mp3 al oído y con el
desdén de quien va obligado a una dura jornada, con la altivez y la arrogancia
que enorgullece a su madre; no advierte la presencia del niño basuriego….. y es
que no tiene porqué. A el lo están educando para ser “alguien” en la vida y
mirar a Jeison, solo debe servirle de ejemplo por si no estudia con esmero.
A mi héroe, las costillas se le marcan por
debajo de la camiseta de talla inferior que rescató de alguna bolsa, su carita
está delineada por sus huesos; no madruga rozagante, amanece demacrado y triste
como si ya tuviera la mueca de la muerte. Su mirada es sobrecogedora, es como
si el alma lo hubiera abandonado. Sus ojos no poseen el brillo propio de la
infancia, no conoce de afectos sinceros; de vez en cuando por ahí en su
trasegar, solo se le aparece la compasión en su camino.
En su recorrido, pasa por el colegio de
Andrés Felipe. Se detiene por largo tiempo a contemplar desde la reja lo que
sería una vida ideal, Ah…. Si yo pudiera….! Jeison posa sus manos sucias y sus
uñas negras en ese muro que le permite ver la vida y se pregunta porque esta
del otro lado, se cuestiona sobre algún hecho pasado que lo condenó a la
exclusión y el rechazo. Pero es verdad, este no es un lugar para Jeison; y como
serlo? Acaso un maloliente callejero debería estar entre los libros y el
juego?. Como dice su padrastro….. usted no sirvió sino pa´ escarbar basura!
Pero…. La fantasía y los sueños que se
apoderaron de Jeison frente a esa reja le hicieron perder tiempo valioso. Se le
fue la volqueta y unos adultos colegas le tomaron la delantera. No hay más de
otra, la cuota hay que cumplirla a toda costa. Y a toda costa es que Jeison
trabajó durante horas, solo en el basurero, compitiendo los desechos con ratas
y gallinazos. Allí, en ese sombrío lugar a donde van a parar los mas oscuros
secretos y los despojos de una sociedad superviviente que no protege ni a los
mas tiernos seres de la creación.
Jeison tuvo suerte. Llegó con dos cucharas,
dos blusitas y una cachucha; tamaño botín porque la talla es lo de menos. El
cansancio lo vence, se come un mendrugo de pan con aguapanela, arrima a un
rincón de la fría habitación una colchoneta que recuperó y con la misma ropa
del día, se acuesta obligado a soñar, para que Dios le conceda el deseo
despertar algún día como lo hace a siempre Andrés Felipe y a lo mejor pueda
mirar la vida también del otro lado de la reja.
No hay un….buenas noches o un… que sueñes con
los angelitos. No hay necesidad, porque mas temprano que tarde, Jeison o uno de
sus hermanos, podrían convertirse en un angelito mas, de los que mueren a
diario en la Inmaculada o El Gaitán. Porque de ángeles estamos rodeados…pero
ángeles sin paraíso.
Invito a todos los Andrés Felipe o a sus
padres, para que cambien su rutina un solo día por la de Jeison o por lo menos
lo piensen. Solo basta mirar a sus ojos…. Si, a los ojos de todos los Jeison
que corren tras la basura y por los que sentimos solo repulsión y miedo.
Héroe mío. Algún día, hurgando entre la
miseria de los humanos, puede que encuentres el artefacto maravilloso, aquel
que al frotarlo te de la fortaleza para mirar sin temores y para que tus ojos
color miel, recuperen el brillo y la alegría de tu edad, porque tu única
obligación es simplemente esa. La de ser niño y ser feliz.
Por: Oscar H. Aránzazu Rendón