Hubo fiesta en mi pueblo

Bandola no solo es un festival de alta calidad con una exposición musical variada y muy selecta, sino también el mejor escenario para el reencuentro de los sevillanos.

Anteriormente el pueblo se vestía de gala para la Semana Santa y tiempo después eran los diciembres y las fiestas de Mayo con sus verbenas populares, la oportunidad para volverse a ver con los amigos de antaño. En otra época el festival de Carrilera tuvo una etapa de oro y llegó a ser grande, pero en todo caso, el “Bandola” basa su éxito en que se hace desde lo cívico, y lo cultural y no desde la institución gubernamental. Todas esas personas son hormigas obreras y todo solo por mostrar la mejor cara de nuestro pueblo. Por ello, a esos tras bambalinas como mi hermanita Julieta y como lo fuera Carlos Ariel Arboleda, nuestras gracias en  nombre de Sevilla.

En cada salida a la calle había expectativa. Fue un asunto de auto revaluación, el encuentro con la novia del colegio, acompañada de su hija mayor y su nietecita, nos quita de súbito en airecito de pollo cincuentón. O la vergüenza al contemplar de soslayo el cadencioso andar de una hermosa joven y luego darnos cuenta que es la hija de la vecina con la que jugábamos al pico de botella, para terminar diciendo al ser sorprendido…. Que bonita! como está de grande! Yo la cargue cuando estaba chiquita… Uy marica, que pena.

Y que decir de las otras actividades que se gestan bajo el manto de bandola. El encuentro de los de foto en blanco y negro en el mosaico de bachilleres y la ya tradicional jornada de amigos de Jaime Arredondo, donde la fraternidad y camaradería se iluminaron con la blancura de las trajinadas pantorrillas de los legendarios atletas.

Me subí al balcón de los Alpes y en la noche de festival, no se veía un solo claro a lo largo de la calle.  La convocatoria resultó muy exitosa. Me asombró ver el poder de aguante de algunos asistentes. Horas enteras dando brincos, gritando y aplaudiendo, con la introducción que insinúa cada canción. También me di cuenta de la cantidad de fanáticos que posee el Grupo Bandola. El parque parecía reventarse con su aparición en escena. Da cosquillas en el estómago y se pasa saliva con dificultad, por la emoción que eso produce.

Fue la primera vez que vi esa maravillosa comparsa del domingo llamada el festival de los abrazos. Al mejor estilo de los grandes carnavales y lo mejor, son los jóvenes sevillanos los que se llevan todas las palmas por tan bello espectáculo.

Lo bonito, es que son las familias enteras las que participan de las actividades del festival. El ambiente es tranquilo y fiestero. Los pocos borrachitos son eufóricos pero candorosos, no hay peleas, no hay muertos, es una alegoría a la vida.

El comercio local hace su verdadero agosto en este evento. Aunque me parece un poco oneroso lo que la Cámara de Comercio le cobra a los de los toldos.

Tres Esquinas con el Festival del Mecato se lució. Las familias sacaron deliciosas viandas a la venta y la calle se convirtió en un corredor para pecar con todas esas delicias y volver a casa con alguna librita de más.

Después de dos o tres horas de estar de pié en el parque. La cerveza de Casablanca y la exquisitez de la música que pone Juan, son el remate perfecto para una noche ensoñadora. Eso si consigue una mesa, porque se abarrota desde temprano y allí tienen mesa perpetúa, Educardo Giraldo, Eliécer Osorio y Jair Vázquez con las Vigor.

Después del jolgorio, el último vistazo a los amigos es durante la “Ñapa” del lunes. Ese día es de tinto, por aquello de la manejada. Reunidos en el Vesubio con aquellos con quienes rivalizábamos en amores o en deportes, terminamos hablando de quinesiólogos, urólogos y remedios para la artritis.  Así es que algunos se programan para rumbiar en Bandola y otros para el reencuentro y la remembranza. Pero en todo caso, el otro año nos veremos en el festival. Case que case, que no se descase!!
Oscar Humberto Aránzazu Rendón.