Ser invitado a un evento de élite es por si mismo un
privilegio de pocos. Hay deportes de multitudes y muy populares como el fútbol,
baloncesto, ciclismo…. Pero cuando hablamos del deporte que permitió a los
hombres cumplir el sueño de Ícaro, ahí si tiene tinte de proeza cualquier
acercamiento con esta disciplina.
El parapentismo es un deporte de riesgo, precisión, de
gran demanda física, pero ante todo de mucho arrojo y valentía. No cualquiera
se atreve a lanzarse al vacío y surcar los cielos pendiendo de un trozo de
tela.
La semana anterior, terminó en Roldanillo Valle, la válida
mundial de este deporte y durante varias semanas este municipio tuvo como
invitados a los mas destacados exponentes de este deporte a nivel mundial.
Personajes que son patrocinados exclusivos de marcas como Red Bull,
celebridades que son asediados por la prensa constantemente, en fin, invitados
de alto vuelo literalmente dicho.
Llegó el día del evento que consistía en una prueba de
mucha exigencia física. Primero, un tramo de trote de varios e interminables
kilómetros por una empinada cuesta hasta alcanzar el sitio de despegue en los
parapentes. Desde allí y por los cielos vallecaucanos, debían cumplir con una
ruta determinada y pasar por sobre sitios obligados en el trazado de la
competencia. Después, debían caer en el estadio municipal y es allí cuando el
alborozo se apoderó de los asistentes, al ver que entre los gigantes europeos
que caían de los aires, había un representante de la parcería colombiana,
pequeñito, con el cabello rizado y abundante y con su cara de niño que lo hacía
ver más atrevido e irreverente. Era “Ivancito”, o Iván Augusto Restrepo. Un
Sevillano, estudiante de administración ambiental de la Universidad Tecnológica
de Pereira, perteneciente a una de las mas tradicionales familias de Sevilla y
ahí estaba. Con el picante propio de la juventud rebelde bajó de su parapente y
ya en su bicicleta, salió en una sola
rueda haciendo “canguro” como decimos los viejos. La emoción se alojó en el
corazón de ese público y la expectativa por su llegada al sitio de meta fue
invasiva.
A lo lejos se veía una hilera de ciclistas bajando, pero
uno de ellos pasaba de largo sin importar la pendiente. Era “Ivancito”, si, el
mismo. El hijo de “Sofoco” Restrepo.
Arribó a la meta y la cruzó con otra pirueta llamada “guillotina”. Se convirtió
en el héroe local y al final, tuvo el privilegio de compartir el podio con su
ídolo deportivo. Pal Taksts, atleta de Red Bull, Tres veces campeón mundial.
“Ivancito” fue tercero en esta parada mundial e ingresó a
la élite orbital de este deporte. “Anchón”, como le dice mi hijo, es un orgullo
sevillano y una muestra de que los triunfos de esta índole no son reservados
solo para quienes poseen riqueza. La perseverancia y el atrevimiento son las
mejores plataformas de lanzamiento.
Oscar Humberto Aranzazu Rendón