Por armadura… un chaleco de dril
y por yelmo una gorra de campaña. Así se veía Edgar Arcila, un hombre nacido en
el seno de una familia de libre pensadores y que antepuso sus ideales y sus
sueños, al afán por el metal o el poder de las posiciones.
Contra la incredulidad de
lugareños y con la admiración de los extraños, Edgar concibió el más bello
proyecto conocido en nuestro pueblo… EL BOSQUE QUE CAMINA, que no es más que la
amalgama resultante de la imaginación humana, mezclada con la inventiva y el
positivismo que tienen los soñadores. El, tuvo el privilegio de entender los
magníficos acordes de los guaduales en las tardes y les creó su propio
santuario para contemplarlos y descubrir su movimiento y su magia.
Honrosamente puedo decir que
compartíamos el espíritu conservacionista, leí maravillosas líneas que escribió
con exquisitez y lo vi involucrado en osadas aventuras a las que solo los
juglares se atreven, como cuando actuaba y danzaba junto a su bella esposa Vicky,
en unas encantadoras piezas musicales y teatrales, enfrentándose en las tablas
al ojo inquisidor de la implacable audiencia.
Ah! Si tuviéramos siquiera un
poco de la persistencia y el coraje de este quijote sevillano, que no luchó
contra molinos de viento, pero si enfrentó la mas dura prueba que ser humano
alguno puede resistir y es haber visto partir a su hijo, hacia ese lugar en la
inmensidad donde después se reunieron.
Estoy seguro, que hoy ha de estar
disfrutando del apacible susurro de los guaduales, entre flautas y zanqueros,
cultores y danzarines, construyendo los sueños que con el viento nos llegan en
las noches….
Tu bosque seguirá
caminando….Un póster abrazo…….
Por: Oscar H. Aránzazu Rendón