Carta a un árbol

Oscar H. Aranzazu Rendón
Apreciado amigo,
Te escribo estas líneas impresas en un trozo de tu carne transformada en papel. No se si es por reivindicarme contigo o simplemente por lavarme las manos y cargarle a otros la culpa por verte hoy día tan disminuido y asolado.
Yo era apenas un pequeño cuando en “El Venado”, aquella comarca solariega y bella que fuera testigo de mis pilatunas, derribaba brazos haciendo columpios y quemaba tus entrañas en ociosas fogatas. Para ese entonces, era no menos que un héroe ante mis ojos, el aserrador infame que con sus musculosos brazos empujaba y recogía con fiereza el gigante serrucho que rasgaba tus vestiduras y sin piedad diezmaba tu cuerpo.
Me disculpo amigo mío por mi ingenuidad y por la ignorancia propia y ajena, me disculpo por quienes acabaron contigo y te borraron de aquel dibujo matizado de verde en la montaña, por quienes hicieron que el imponente río llore gotas de dolor por su cauce y no aquellos torrentes de alegría y vida.
La verdad es que siento vergüenza; vergüenza y tristeza por no haberte defendido, sin embargo, voy acudir a allegados y amigos a ver que podemos hacer por ti. En primera instancia les cobraré por ti las tardes de ensueño bajo tu sombra y tu leal silencio a los amantes furtivos que te hicieron depositario de sus secretos de amor. También podría echarte una mano el carpintero que moldea y esculpe tus fibras, para crear el sueño de comodidad de otros, sin haberte pedido permiso o al barranco que sostenías con firmeza asido a tus raíces.
Lástima que Pinocho hijo de tus maderos, no pueda por sí mismo mover los hilos de la vida para reclamar por tu muerte, lástima que el poeta ya no te incluya en sus sonetos y que tu figura hoy se llame ”mancha verde” y no puedas crecer donde te plazca sino donde te pongan.
Que tímido y avergonzado se te ve, cuando en tamaño miniatura decoras los salones de té y las tertulias de costurero. Y que imponente te veías en la loma, donde dominabas el mundo y enseñabas el camino, antes de ser reclamado por el hacha.
Lo peor, es que debo confesarte que tu muerte si quedará impune, no tanto por la injusticia humana, pero si por la barbarie y la ignorancia, que nos hace olvidar que con tu partida, también se va la vida misma y que tienes en tus ramas una parte de cada no de nosotros.
Ojala que ocurra el milagro y vuelvas a luchar contra el viento, como en aquellos días en que el arco iris no había palidecido y cuando los niños todavía nacían sonriendo y tu tenías brazos para colgar mi columpio.
Pero, guarda las apariencias mi ven amigo. No te queda bien llorar, porque tu eres símbolo de fortaleza….viejo cedro amigo.