
Como nunca, vivimos el deporte del fútbol en sana paz y concordia. En los estadios ante el grito de cada gol, los colombianos se enlazaban en espontáneos abrazos aun sin conocerse. No hubo petardos lanzados a los árbitros, ni destrucción de silletería, ni mucho menos peleas al interior o exterior de los escenarios. Los dispositivos de seguridad funcionaron a la perfección, nada se les perdió a los jugadores ni en el hotel o camerinos. Solo a nuestra selección se le estaba perdiendo un poco el balón, pero tampoco hicieron un mal papel. Fuimos anfitriones de excepción para visitantes de gran calado. No olvidemos que este ramillete de jóvenes deportistas serán las fulgurantes estrellas del próximo mundial de mayores y estuvieron en Armenia, Pereira y Manizales.
Su majestad el fútbol estuvo a la altura, hubo despliegue técnico y fantasías individuales que se quedarán en la retina. El mundial sirvió de vitrina de venta de muchos jugadores y se lograron transacciones importantes, por eso para todos y cada uno de quienes vinieron, Colombia siempre será gratamente recordada.
Las ciudades anfitrionas se vistieron de gala, desempolvaron sus mejores atuendos para lucir bellas y coquetas. La restauración de los estadios fue maratónica y de gran calidad. Ingresar al Hernán Ramírez, al Pascual Guerrero o al Campín hoy día, nos transporta irremediablemente a los grandes estadios del mundo.
La hermosa Sultana del Valle hizo del barrio San Fernando y del sur de la ciudad, una permanente comparsa multicolor en donde nuestros visitantes se sintieron “asombrosamente impactados” tal y como lo dijo un miembro de la delegación de Arabia Saudí. Pereira estuvo más querendona y morena. Su estadio, junto con el pascual, los mejores del país. La Villa Olímpica de la capital risaraldense descrestó a propios y extraños. Armenia y su acogedor Centenario, inigualables. El paisaje cafetero y las atracciones de esta turística región del país, enamoraron a las delegaciones extranjeras.
Colombia toda, pasó con lujo de detalles la evaluación. La mayor recordación que tendrán nuestros huéspedes, son las hermosas mujeres colombianas. Aquí se ganó, la hotelería en todas las ciudades mundialistas estuvo a ocupación plena. El comercio según FENALCO se movió un 20% más de lo común. Pero seguramente lo más importante, es que esta fue la mejor estrategia diplomática para atraer turismo e inversión a nuestro país.
Que la inauguración no estuvo a la altura del evento, es verdad. Pero el acto de clausura en Bogotá, fue apoteósico, sobrecogedor e inolvidable. Para quienes tuvimos la oportunidad de estar allí, ser colombiano lo valía todo, el orgullo de la tricolor erizaba la piel.
Reitero, todo lo podemos, jugar a ser grandes es posible. Todo lo poseemos y el talento esta en primer orden. Por ello, debo concluir diciendo que pensar que a nuestra Sevilla le lleguen tiempos de bonanza nuevamente no es descabellado. Sevilla puede ser otra vez de los principales municipios del Valle de Cauca. Sevilla también lo tiene todo en potencialidades y al igual que Colombia el talento humano es lo principal. Si juntamos en un mismo escenario de triunfo todos nuestros productos con seguridad para los productores, los recursos minero energéticos que tenemos y unas manos creativas y limpias jalonando el proceso, Sevilla tendría a futuro nuevamente la industria floreciendo y podría ser emporio de riqueza y oportunidades.
Si Colombia hizo un mundial, teniendo muchos más problemas por resolver que Sevilla, como es posible que nosotros no seamos capaces de mirar hacia arriba y pensar y hacer en grande.
Que el espíritu mundialista nos invada y nos impulse a creer en nosotros mismos y nos aleje del absurdo pensamiento de sentirnos pequeños e inferiores, porque de no ser así, solo quedaremos de nuevo en las manos derrochadoras e inescrupulosas de quienes ejercen el poder y volveríamos al mismo escenario de sentarnos a despotricar en el Vesubio o Casablanca, pero siempre al margen y sin ser propositivos.
Hagamos como en los estadios, una gran ola humana y que suenen la vuvuselas del progreso y la concordia.
Eeee! Oé... oé... oé... oá!!!