Doña Esther madruga como de costumbre, junta candela con recortes de leña delgados, sobre la ceniza aun caliente del día anterior y aviva el fuego con leños gruesos para la primera aguapanela del día.
La jornada de hoy será distinta, no hay trabajadores pa´ despachar al corte porque no hay con qué pagar trabajadores. Hoy es el día de jugar la última carta antes de la quiebra. La familia entera y gran parte de sus vecinos, se sumarán a las protestas que buscan un reajuste al precio del café, para que justifique recolectarlo. Si el movimiento triunfa, la inminente banca rota dará alguna tregua, por lo menos mientras se logra vender a un mejor precio la “tierrita”, porque finalmente ese es el propósito soterrado y perverso del estado. Despojar al campesino original de sus tierras, haciéndolo reventar hasta vender.
Esther, Julio su esposo, junto con Juanchito, Dorita y Aleyda, sus hijos; salen animados por la euforia del carnavalesco ambiente que se siente, por el encuentro con sus vecinos y el viaje hasta Calarcá para sumarse a la protesta.
Llegan al punto de encuentro con esos otros valientes y admirables campesinos, que junto con sus esposas e hijos, están allí para dar la pelea por su sustento. Todos ellos acostumbrados a la rutina del pequeño parcelero, en donde se toma tinto a las cinco de la mañana, mientras las arepas del desayuno se empiezan a dorar en brasas de la misma leña y que ahora duermen en carpa tiendas y comen de una olla comunitaria, amén de la acorralada económica que tienen en sus propias tierras, en donde tuvo lugar algún día, la abundancia de comer y compartir y donde el hambre aun no había llegado.
Lo que empezó como una jornada, se fue alargando en el tiempo, a causa de las propuestas ridículas del gobierno y esta cruzada campesina empezó a recibir tratamiento de alzados en armas o terroristas.
Durante estos días asistimos a uno de los mas vergonzosos episodios en Colombia, al mejor estilo del Chile de Pinochet. Ataques con bolillos, gases, agua a presión, granadas de humo y aturdimiento y toda clase de insultos a los labriegos que en su mayoría por primera vez, salían obligados por el empobrecimiento y las deudas, a protestar contra unas agresivas políticas, que solo favorecen a los grandes capitales y alimentan la corrupción.
De las acciones policiales, hubo como resultado heridos, niños asfixiados, mujeres campesinas embarazadas golpeadas, hubo un muerto en el Huila, quien al parecer recibió un disparo de granada en su abdomen y otros vejámenes como el incendio de sus carpas de estancia, la incineración de los alimentos almacenados y hasta la contaminación de la comida con substancias extrañas, al igual que la destrucción de las ollas de los campesinos.
El gobierno como siempre…..“Judicializaremos a los líderes de estos movimientos”, “usaremos la fuerza pública para disuadir a los manifestantes”, “este paro es ilegal”. Las mismas frases que escucho desde que tengo uso de razón, cuando hay algún asomo de manifestación de inconformidad por parte del pueblo.
Ya los indígenas de Colombia nos habían dado ejemplo de movilización y organización, luego los estudiantes colombianos le mostraron al país que conforman una fuerza importante y poseen un gran poder de convocatoria, los camioneros también han demostrado que pueden paralizar el país. Esto sugiere que sumando estas fuerzas tendríamos con qué y con quien realizar un gran movimiento nacional y propender por un cambio real, para asumir un modelo justo, equitativo y de corte social.
Lo ocurrido hace poco en Colombia con esta movilización, fue histórico por quienes lo conformaron. Nunca antes los campesinos de Colombia habían estado en sincronía para reclamar. Pocos cultivos son rentables y el empobrecimiento progresivo es general. La mayor fuerza de la protesta estuvo en el “nuevo eje cafetero”, conformado por Huila, Cauca y Tolima.
Cabe destacar, que para nuestra región y concretamente para Sevilla, con contadas excepciones, la gran mayoría de los cafeteros locales, fueron apáticos y acomodados. Mientras sus vecinos mas pobres estaban poniéndole el “lomo” al sol y al garrote de los policías, los otros finqueros seguían como si nada, seguros de que los beneficios obtenidos también los favorecerían. No se hicieron presentes ni con alimentos, insumos, agua potable, frazadas o demás necesidades logísticas propias de estas marchas. Vuelvo y digo, con contadas excepciones.
Hoy, efectivamente el precio del café subió amén de la protesta popular y el alivio del subsidio de $145.000 por carga vendida, no solo la reciben los que protestaron, sino por supuesto aquellos apáticos que hasta llegaron a ridiculizar a sus propios vecinos por sumarse al movimiento.
Recuerdo una frase acuñada en las entrañas la izquierda colombiana. “Compañero indiferente, Compañero cómplice”.
Oscar Humberto Aránzazu Rendón