
El acelerador es el látigo, cuando se atasca o desfallece del cansancio, los golpes, insultos y jalonazos son la respuesta. Las marcas de los “aparejos” de cuero o lazo sintético, quedan evidenciadas en las heridas abiertas de la frente, el hocico, el pecho, el lomo y la cadera.
Cuando y quien les impuso tan cruel condena a estos inocentes? Sera que su ancestral nobleza fue la causa del sometimiento?. En Colombia los caballos deberían ser honrados bajo medidas de protección. Toda nuestra historia está ligada a estos hermosos animales que enhorabuena llenaron nuestras praderas y contribuyeron a las mas granadas gestas libertarias. Ellos de manera natural son imponentes, altivos, inspiran respeto. No es bueno verlos sometidos al yugo, con la mirada hacia el suelo, tímidos y temerosos.
La mayoría de los caballos carretilleros son flacos y enfermos, a ellos les pasa igual que a nosotros. Les duele alguna parte del cuerpo, les funciona mal algún órgano, se cansan, se deprimen, todo es igual, pero no lo pueden expresar, nadie los excusa para no ir al trabajo como a nosotros. Tristemente si el caballo está robusto, la percepción es que está muy bien. Pregunto, es que los humanos gordos por su única condición de “carnudos” se asumen sanos?. Debemos convertirnos en su voz, frente a nosotros pasan a diario y si pudieran hablar, gritarían por su libertad, por su salvación.
A que edad empiezan a trabajar o hasta cuantos años lo hacen. Nadie sabe, ellos nunca se jubilan, el determinante es su fuerza. Cuando no dan más, cuando ya se “revientan” en las calles y su poder de tiro disminuye, salen de circulación; pero para siempre, hacia la puerta de atrás de un matadero clandestino o como alimento de leones en un circo itinerante. Si mueren en su faena callejera, el basurero resguardará su ansiado descanso. Cuando ya no pueden trabajar, no merecen alimento y su lugar debe ser reemplazado. Son los mas silenciosos y humillados esclavos de nuestro mundo cruel, ante la mirada indolente y cómplice de santurrones ostentosos de la fé, la caridad, la compasión o el respeto. Somos banales y perversos, pero expiamos culpas al santiguarnos o quitarnos el sombrero frente a la iglesia. Así somos los humanos, es nuestra condición y parece que así seguirá siendo. Por fortuna, ya algunas ciudades en Colombia como Bogotá, Medellín y otras, ya han iniciado el proceso de sustitución de la tracción animal por vehículos motorizados. En Sevilla, podríamos empezar por realizar el censo de carretilleros y a la vez ir buscando posibles sitios de adopción, en donde puedan pastar los jubilados cuadrúpedos hasta el fin de sus días.
EL TESTAMENTO DEL CABALLO
(Extraído de la publicación “MEMORIAS DE TRES ENCUENTROS” del Instituto Andino de Artes Populares Andrés Bello, Buga Valle)
Composición realizada por mi tío Cristóbal Aranzazu (1900 – 1997), quien alguna vez fue reconocido por el Concejo de Sevilla, por pertenecer a la era fundadora del municipio. Músico, pendenciero, rebelde y divertido personaje sevillano.
Estos versos los compuso en el año 1925, cuando recién llegaba del Tolima a una finca de un señor José Vargas, por los lados de Barragán en la “tierra fría”. En la finca había un caballito que lo llamaban “Carrusel” y un día cayó por un peñasco y quedó sostenido a media barranca y muy mal herido. Cristóbal acudió donde el dueño y le dijo que sacaran el animal y éste le contestó que ya no había nada que hacer, que no valía la pena. Cristóbal le preguntó que cuantos años le había servido y don José le dijo que unos veinte. Indignado le dijo al finquero, ¡Que belleza de patrón! Y se salió impetuoso del lugar.
El juglar e indómito tío mío, a quien apodaban “el macho”, aprovechó la oportunidad para hacer una composición que el llamaba “pasquín”, no sin antes averiguar el nombre de todos los hijos de José y con su estilo sarcástico escribió “El Testamento del Caballo” y lo leyó en medio de la sala y ante toda la familia, con la convicción de que sería despedido esa misma noche.
********************
Le voy a dejar escrita, aquí a mi patria querida
para que todos se impongan, las tragedias de mi vida.
No se cuantos años tengo, en este profundo abismo.
se me pudrió la cartera y con la fé de bautismo.
Trabajé más de veinte años, y qué tiempos tan infelices!,
Me ha quedao el espinazo, en puritas cicatrices.
Para mejor componer, se mian hinchado las manos
¡qué tristeza en este mundo!, sin padres y sin hermanos.
Me rodé por una peña, me hice una grande herida
Ya es poco lo que les cuento, aquí termina mi vida.
Dos hombres me visitaron, pero porquiban de paso
y así después fueron yendo, a verme los gallinazos.
Yo no se dónde nací, no puedo cantar victoria
y no se dónde morí, porquesto es una mortoria.
Yo he vivido en este mundo, sin conocer a mi padre
no conocí niun hermano, si supe quién fue mi madre.
Se mia llegado la hora, ya es trabajoso vivir
estoy ya para expirar, solo me falta morir.
Saludes a Eugenia, Tulio, Antonio y José, no tengo nombre ni apellido porqué esta gente muy cruel. Solamente por apodo me llamaban Carrusel.***
Cabe destacar, que a este encuentro de narradores de historias en Buga año 1988, también asistieron por Sevilla, el profesor Luis Puertas quien además era apasionado guaquero y mi otro tío Serafín Aranzazu, erudito de la rima, tinterillo de profesión y Laureanista de convicción (varias veces presidente del Concejo).