Para estos tiempos, recuerdo con gran afecto y le hallo
mucha mas importancia, a mi noble profesor Marco Fidel Páez, quien con sus
buenas maneras y su profundo conocimiento verbal y filológico, me encaminó por
el rumbo que lleva al gusto por la palabra escrita y hablada. Todo aquello que
emprendemos y que de alguna manera sea innovador o por lo menos rompa esquemas
tradicionales cuadriculados, nos pone a la vanguardia aunque sea solo
transitoriamente. Ese, es el verdadero camino hacia el liderazgo, porque ser
líder es también ser atrevido y generador de controversia. Cuando yo era
teatrero me decían vago, pero allí perdí el miedo escénico que me ayudó a
enfrentar muchos auditorios en mi vida laboral, cuando fui árbitro de baloncesto
se me dijo que perdía mi tiempo, pero aprendí a actuar bajo presión, a tomar
decisiones rápidas y a obrar justamente. Cada vivencia enriquece y cultiva.
Es lamentable ver como nuestros estudiantes
universitarios, recogen información en las aulas a manera de cosechadoras
mecánicas, de esas que por un lado tragan maíz y por el otro escupen
tusas. No hay debate, no hay lucha
contra la discriminación ni contra la forma de administrar justicia en las
facultades, mucho menos existe la sana competencia por el poder estudiantil y
las palabras dejaron de tener énfasis en las partes concluyentes de los
discursos, sencillo, ya no hay discursos.
Otras fueron las épocas en las que sectores que a pesar
de alinearse hacia la izquierda, luchaban entre ellos por el favor de los
estudiantes en las elecciones de mesa directiva de los extintos Consejos Estudiantiles.
Recuerdo las intervenciones enérgicas de los mal llamados “mamertos” de la
época, que no eran más que rebeldes de noble causa, de pensamiento de avanzada
y libertarios por naturaleza.
Es triste la reflexión, pero la mesa de debate que hoy se
maneja se circunscribe a las redes sociales, aunque hay que decir que los
usuarios de Facebook son bien distintos a los de twitter, unos chismosean y
otros opinan. Por lo menos quienes opinan dicen ser “seguidores”, pero en
Facebook elevan a la categoría de “amigos”, a todo aquel que entra al chisme y
al que se le permite husmear en tu vida. También creí no se si equívocamente que
la palabra amigo, encerraba un significado muy extenso, muy trajinado y largo,
pero ante todo muy selecto.
Hice durante este mes, el ejercicio de poner algunos
temas en Facebook, esperando adhesiones de esas que bien podrían convertirse en
banderas de causas importantes, como el sano debate por el agua y los bosques,
algo de controversia social y tal vez uno que otro reconocimiento a
algunos quijotes contemporáneos. Allí me
di cuenta que esta red social, cuando a las personas les toca leer mas de dos
párrafos siguen de largo. Si alguien pone una foto de un camionero cambiando
una llanta y dejando ver la raya entre las nalgas, recibe unos treinta o
cuarenta “me gusta” y hasta genera comentarios. La decadencia aflora a
superficie y en muchos casos perdemos el respeto y derrumbamos imágenes edificadas
erráticamente de algunas personas que develan su pobreza mental en comentarios
desafortunados escritos con pésima ortografía.
Se supone que lo que allí se escribe se publica, y yo
siempre entendí que atreverse a publicar algo debía tener un respaldo de
estilo, construcción gramatical, coherencia e importancia temática. Ahora, el
chat de la misma red social o el WhatsApp son los sitios donde el idioma cae a
su mínima expresión y sale a flote todo el barbarismo y las formas mas
elementales del ser humano. Con abreviaturas, risas escritas y palabrejas que
ya adquirieron significado entre estas comunidades ciber espaciales, se
comunican o tratan de hacerlo. Es una herramienta infaltable, preferible pagar
el plan de datos y almorzar sin carne una semana. Es un tema de
inclusión….primero fue, “dame tu pin”, ahora “nos vemos por el WhatsApp”. Nos
han reemplazado hasta el derecho a expresar nuestras emociones, ya los
programas traen “emoticones” para describir personas, estados de ánimo, o
actividades humanas.
Lo complicado con esto, es que estar al margen del uso de
estas redes y aplicaciones nos dejan un poco relegados y dinosáuricos. Mi
conflicto es por la manera en que se usan, tal y como bien anotó El Ciudadano en la red en un comentario a un escrito mío, “espacios para
la opinión pública totalmente desaprovechados lamentablemente”.
Entonces… que paso con la buena oratoria que enseñaba el
profesor Páez? Se quedaron al parecer en aquellas épocas, donde hacíamos peñas
artísticas y culturales y gozábamos con el buen teatro y la poesía. Parece que
el pensamiento libre se fue con el humo
de la marihuana de los intelectuales de esa época dorada o solo se quedó la
marihuana sin aquel pensamiento crítico. Por ello, rescato el valor de los que
aun leen y escriben, de los que debaten y generan controversia. De aquellos que
no temen al ridículo y le ponen piel a las palabras.
Fragmento. LA PALABRA, Benedetti
“La palabra es tan libre que da pánico
divulga los secretos sin aviso
e inventa la oración de los ateos
es el poder y no es el poder del alma
y el hueso de los himnos que hacen patria
la palabra es un callejón de suertes
y el registro de ausencias no queridas
puede sobrevivir al horizonte
y al que la armó cuando era pensamiento
puede ser como un perro o como un niño
y embadurnar de rojo la memoria
puede salir de caza en silencio
y regresar con el morral vacío”
Por
Oscar Humberto Aránzazu Rendón
Imagen
de redes sociales